domingo, 3 de noviembre de 2013

En el viejo cine

Hotel Silken Coliseum Santander, habitaciones amplias y confortables

Si un edificio es una máquina para habitar, en definición del arquitecto Le Corbusier, el racionalismo vigente exige que se defina al hotel como una máquina para hacer turismo. Da lo mismo que el viaje sea de ocio o de negocios. En su sentido metafísico, lo que acuartela al viajero es una máquina infalible de producir felicidad. Por eso, al Coliseum santanderino no hay que pedirle más pistones que los esenciales para hacer girar el motor del acomodamiento turístico, ni más combustible que el exigido por el precio de una habitación al uso.
Puntuación: 6,5
Arquitectura8
Decoración5
Estado de conservación7
Confortabilidad habitaciones7
Aseos7
Ambiente5
Desayuno6
Atención8
Tranquilildad7
Instalaciones6
El lugar bien pudo ser diseñado como un hotel teatro de Nueva York, Londres o Singapur. Está ubicado sobre el antiguo cine Coliseum, uno de los más clásicos y eclécticos edificios de la ciudad, obra del arquitecto Eugenio Fernández Quintanilla, que proyectó también varios edificios de la Gran Vía madrileña. Pero la cadena Silken no consideró adecuado ese estilo de hotelería en el Cantábrico y prefirió rehabilitar el espacio para una clientela menos histriónica en sus preferencias de alojamiento, como los viajantes comerciales y los ejecutivos medios en viajes de empresa. A ellos se les cobra 15 euros por guardar el coche en el garaje, lo que provoca no pocas quejas.
Ciertamente, los arreglos en las zonas comunes no parecen un dechado de imaginación, pero sí resuelven básicamente las querencias de los huéspedes. Trámites rápidos en recepción, paseos cortos, habitaciones amplias y confortables, una mesa de trabajo y wifi sin sobresaltos. Gratis, para entendernos. Claro que el televisor ya podría ser del siglo XXI, los cosméticos no tan melindres y algo más de color en los detalles. Pero las camas son anchas y bien abrigadas. Y su aislamiento acústico, más que notable.
El desayuno apenas se sale de la norma en esta clase de establecimientos. Un bufé para salir del paso, y gracias. Bambalinas, la cafetería del hotel, suele presentar a todas horas un aspecto algo desangelado, quizá porque la barra es tan larga que llega a marear por contraste con el pavimento escaqueado. Más agradable parece la atmósfera a la hora de cenar. La carta del bistró, elaborada por Pablo Madrazo, bien merece un apretón de manos para cerrar un negocio.

Comentario
Pienso que es un hotel destinado a turismo de ocio y de negocios, pero creo que se centra más a lo que es un turismo de negocios, un turismo que solo está de paso y que con la atención básica que exige le va bien este tipo de hotel, aunque tenga sus pro y contras.
Paúl Dávila Herrera.

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